martes, 21 de mayo de 2013

Un motivo para querer reformar la Educación en España.

Recuerdo un monólogo del Club de la Comedia que comenzaba diciendo que "si hay algo que nos caracteriza a todos los españoles por igual, independientemente de la esquinita del país que escojamos para realizar el muestreo, es el popularmente conocido como inglés nivel medio". Supongo que todos sabrán a qué me refiero con este nivel de inglés: un eufemismo que ya no engaña a nadie, reflejo de las carencias de nuestro sistema educativo -tantas veces deconstruido y reconstruido en los últimos años- que recientemente ha visto nacer la llamada Ley Wert.

Dejando al margen la realidad multilingüística de este país en sus vertientes autonómicas, lo cierto es que no hago ningún descubrimiento si afirmo que la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas extranjeras durante los diez años que comprende la educación obligatoria es muy deficiente. Sin paños calientes. Sin paliativos. Quien diga que "deja mucho que desear", "no es todo lo buena que debiera ser", o "es susceptible de amplias mejoras" miente. 

Miente como un bellaco y además no engaña a nadie. Miente porque durante diez años, probablemente los diez mejores años para el aprendizaje de un idioma nuevo, nuestros jóvenes reciben dos o tres clases semanales de inglés en las escuelas e institutos de todo el país. Diez años al término de los cuales la inmensa mayoría de nuestros jóvenes no poseerá el nivel mínimo necesario para afrontar con éxito un examen oficial de inglés que les permita acreditar si quiera un nivel B1. Nivel éste que apenas es el mínimo imprescindible para optar a cualquier oferta de empleo en el extranjero. ¿Acaso no se supone que la educación obligatoria ha de capacitar por sí misma a los adolescentes a acceder plenamente al mundo laboral?

En algunas Comunidades Autónomas los colegios e institutos bilingües han florecido por doquier, y no sólo aquellos que ofertan un currículum bilingüe en castellano e inglés, también los hay (aunque sean menos abundantes) francés-español y alemán-español. Pero, ¿en qué consiste la educación bilingüe? ¿Es esta la solución? Contrariamente a lo que se pueda pensar, en los centros bilingues tan sólo se imparten dos o a lo sumo tres asignaturas del currículum en lengua extranjera por curso académico, y una de ellas casi siempre es la Educación Física. Ojo, que yo no tengo nada contra la Educación Física, pero ya me dirán ustedes cuánto inglés se puede aprender en un año de Physical Education. Así que más que solución es un parche, y además generando otros problemas, porque si el nivel general de inglés (y donde digo inglés sirva cualquier lengua extranjera que sea objeto de un programa bilingüe) es escaso o tirando a bajo, imaginen el nivel de comprensión que los alumnos tendrán de la Historia o la Biología explicada en ese idioma.

Más aún, para ser profesor de Biología o Historia en un instituto bilingüe y poder impartir tu asignatura en lengua extranjera, tan sólo te piden estar en posesión de un certificado de nivel B2 para esa lengua. Pues bien, muy a pesar de saber que estoy tirando piedras contra mi propio tejado, considero treméndamente insuficiente un B2 para impartir una asignatura completamente en lengua extranjera.

No quiero extenderme demasiado pero creo necesario hacer al menos un apunte de lo que ocurre cuando hablamos del aprendizaje de una segunda lengua extranjera. Algo que resulta de vital importancia en un escenario futuro de integración europea, y que llevan a cabo con muchísima más seriedad gran parte de nuestros vecinos europeos. No, aquí no. Aquí la segunda lengua extranjera se plantea como una optativa maría, que aprueba todo el mundo y en la que los contenidos no van a variar en absoluto de un año a otro, independientemente de si estás en primero de la ESO o en segundo de bachillerato. Un, deux, trois. Je suis, tu es, il est.

Menos mal que nuestro flamante Ministro de Educación ha preparado una nueva ley educativa con la intención de subsanar todos estos problemas que nuestros adolescentes tienen en el aprendizaje de las lenguas extranjeras. Conocedor (como seguro que lo es) de dónde residen los problemas que impiden que nuestros chavales salgan de los institutos con un alto nivel de inglés y manejándose moderadamente bien en francés o alemán, ha decidido lo que todos sabéis: poner crucifijos en todas las aulas para  que Dios ilumine a nuestros alumnos y les dé el don de la xenoglosia. Ole sus huevos.
Los huevos de Wert.


PD: Inicié este post pretendiendo hablar del "furor germano" que nos ha infectado un poco a todos últimamente y por el cual, de repente, nos ha dado por estudiar alemán a toda prisa y casi a cualquier precio.  Pretendía hacer alguna alusión a la conveniencia o no de fomentar el alemán en los institutos como segunda lengua extranjera a costa del francés, o si habría la posibilidad de combinar alemán y francés de algún modo. También quería reflexionar sobre los motivos por los que se está dando este furor germano, y qué realidad se esconde detrás de lo que parece ser ante todo una ilusión. Y sin embargo, entre unas sinápsis y otras, he terminado tecleando algo que no era precisamente lo que tenía previsto. Mis disculpas, otra vez será.