viernes, 13 de abril de 2012

Las Políticas Europeas de Vecindad II: Marruecos

Como ya comenté hace un par de semanas, las Políticas Europeas de Vecindad, no se pueden ni deben aplicar indiscriminadamente a todos los vecinos de la UE, a pesar de las ventajas que en materia de seguridad y estabilidad pudiera conferir a la Unión.

Si en el caso de Bielorrusia, las razones esgrimidas por Bruselas para marginarles diplomáticamente son el régimen dictatorial de Lukashenko y las continuas violaciones de los derechos humanos, estos mismos argumentos podrían emplearse, sin necesidad de maquillaje alguno, para vetar cualquier relación de amistad con Guinea Ecuatorial, Corea del Norte, o Marruecos.

De estos tres Jardines del Edén, quizás Corea del Norte sea el único que goza del estatus que merece, es decir, marginado, señalado y demonizado; pues con Guinea Ecuatorial, al tener unos bonitos yacimientos petrolíferos, mantenemos una relación más que cordial. No obstante, es Marruecos el que goza de unas relaciones más fuertes, amistosas y afianzadas con la UE, y el único de los tres que, por su situación geográfica, goza de los beneficios de las Políticas Europeas de Vecindad.

Y yo me pregunto, ¿a quién benefician todos los acuerdos firmados entre la UE y Marruecos? ¿A los ciudadanos marroquíes? ¿A los europeos? Yo no lo veo claro, pero diría que ni a unos ni a otros. Pero desde luego, a quién no beneficia nada es a los agricultores españoles. A mí, particularmente  me da muchísima rabia cada vez que voy al supermercado a comprar judías verdes para hacer un arroz con verduras (que me sale riquísimo, por cierto), y sin importar a qué supermercado vaya, sólo encuentro bajocas marroquíes. ¡Y vivo en Murcia! Murcia, "la huerta de España". Pues parece que, o bien no tenemos judías en la huerta del Segura, o sale más barato traerlas de Marruecos.

Es un sin sentido absoluto. Para empezar, los agricultores europeos están sometidos a una serie de leyes que regulan desde la afiliación a la Seguridad Social (más de 200 euros al mes ha de pagar un agricultor autónomo en España), el salario mínimo que deben pagar a los jornaleros que contraten, y hasta el tipo y cantidad de productos fitosanitarios que pueden emplear en sus cultivos. Y, sin embargo, los agricultores marroquíes no están sujetos a ninguna regulación por parte de la UE, pudiendo pagar jornales más bajos, sin necesidad de estar pagando ninguna seguridad social, y siendo libres para emplear los plaguicidas más baratos del mercado, aunque la UE los haya prohibido por su toxicidad para el hombre, las abejas, los peces o en general, el medio ambiente.

Por otro lado, están los acuerdos pesqueros, en virtud de los cuales Marruecos siempre ha hecho negocio con las aguas territoriales saharauis, ¡cómo si el Sáhara Occidental fuese una provincia más de Marruecos! Lo triste es que el Sáhara Occidental sí es, de facto, una provincia  más dentro del Reino Alauita. O, más exactamente, dos regiones (El Aaiún-Bojador-Saguia el Hamra y Río de Oro-La Güera) y media (Guelmim-Esmara, cuya mitad sur pertenece al territorio saharaui). Otra cosa es que yo esté de acuerdo con que sea así, pero la Cuestión Saharaui es motivo de un post completo (por lo menos) y éste ya me está quedando demasiado largo (como casi siempre). En cualquier caso, los acuerdos pesqueros no han sido renovados, precisamente porque por fin la UE ha considerado que en este caso particular, Marruecos hace negocio ilegalmente con las aguas saharauis. Sólo falta por ver hasta cuando durará el bloqueo del Parlamento Europeo y si no se volverán a firmar nuevos acuerdos pesqueros con Marruecos antes de que acabe el año.

Por último, me gustaría señalar que a pesar de todos los privilegios que la UE ha otorgado a Marruecos, este no es ni mucho menos el mejor de los amigos que podemos tener ahí afuera. Porque sigue reclamando la devolución de Ceuta y Melilla (has leído bien, "devolución", como si alguna vez hubieran sido marroquíes); y porque, puestos a pedir, también reclama las islas Canarias como propias. Y yo me pregunto, ¿de qué nos sirve que el rey de España sea íntimo amigo de Mohamed VI?
Juan Carlos I conversando con un jovencísimo Mohamed VI en 1975.

Por todos esto, cuando yo sea El Presidente de Europa, romperé en mil trocitos todos los acuerdos firmados con Marruecos, poniendo como condiciones para retomar las relaciones de amistad el fin de la ocupación del Sáhara Occidental, así como de sus pretensiones imperialistas sobre el archipiélago Canario y las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Me cuesta creer que Mohamed VI pudiera acceder alguna vez a estas peticiones; pero si lo hiciera, jamás firmaría con él ningún acuerdo económico que perjudicara los intereses económicos de los agricultores europeos.

Bonus Track: Al hablar de las judías para ilustrar cómo los productos agrícolas marroquíes invaden el mercado español, y asfixian la economía de los pequeños productores europeos me he acordado de una anécdota sobre Catón el Viejo. Este censor se hizo conocido por terminar todos sus discursos, fuesen del tema que fuesen, con la locución "Ceterum censeo Carthaginem esse delendam"que se traduce como "además opino que Carthago debe ser destruida". Según cuentan, en una de sus intervenciones más famosas ante el Senado dejó caer deliberadamente del bolsillo un par de higos. Tras dejar que los senadores alabaran su tamaño y calidad, señaló que procedían de Carthago, acusando a ésta de competencia desleal y de estar colapsando la economía romana. Sin embargo, se trataba de higos cultivados en su propio huerto y, en el fondo, la mayoría de los senadores lo sabía. Aún así, se salió con la suya, aunque no vivió para verlo. Bueno, pues quisiera aclarar que yo no quiero parecerme a Catón el Viejo: ni he editado la etiqueta de las judías con el photoshop, ni deseo la destrucción de Marruecos. Toda hostilidad que pueda verse reflejada en este blog va contra regímenes políticos concretos, y nunca contra sus ciudadanos.



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